
Llegaste sin aviso, como un soplo de aurora
en la vasta quietud de mi paisaje interior.
No forzaste la entrada, ni la voz que enamora
fue tu heraldo; fue un eco, un sutil resplandor.
Te infiltraste en mis grietas, allí donde el olvido
había echado raíces, donde el miedo anidaba,
y sin una palabra, tu ser se ha convertido
en la luz que mis sombras más densas disipaba.
Mis páramos internos, de desolada arena,
han sentido el rocío de tu presencia mansa.
Hay una calma antigua que tu mirar serena,
un idioma callado que mi espíritu alcanza.
No es la urgencia febril, ni el arrebato ciego,
sino un hondo saberse comprendido y a salvo,
como un faro que guía a un náufrago lego,
mostrando en la tormenta un horizonte alvo.
Y hay un fuego en tu estar, una energía callada
que enciende mis confines, que me impulsa a volar,
una fuerza que impulsa mi alma, antes varada,
a soñar con las cimas, a volver a empezar.
Es temblor y es sosiego, esta dulce amalgama,
la raíz que me ancla, el ala que me eleva.
En la melancolía de esta humana trama,
eres tú la certeza que a la esperanza lleva.
Porque a veces la vida es un lienzo sombrío,
y el peso del recuerdo una carga inclemente,
pero tu esencia irrumpe, como un fresco rocío,
y transforma el desierto en jardín floreciente.
No pido juramentos, ni un destino trazado,
me basta este presente, este instante vibrante
donde el alma se siente cuidada, y el costado
halla un calor que alivia, constante y amante.
Que este sentir profundo, este nudo sagrado,
sea el refugio último cuando el mundo es adverso.
Un santuario tejido con lo inesperado,
un verso silencioso que ilumina el universo
pequeño y compartido de dos almas que encuentran,
en la simple existencia del otro, su verdad.
Y aunque el tiempo despoje y las dudas se adentren,
tu luz será mi guía hacia la eternidad.
Pequeña explicación del poema:
«Santuario Inesperado» es una oda a la llegada transformadora del amor a la vida de una persona. Desde una voz íntima y universal, el poema describe cómo la presencia de otro ser, sin necesidad de grandes gestos ni palabras explícitas, puede infiltrarse en las profundidades del alma, sanando antiguas heridas («páramos internos», «grietas donde el olvido anidaba») y ofreciendo un refugio («santuario»). Explora la dualidad de este amor: por un lado, proporciona una calma y seguridad interna («calma antigua», «raíz que me ancla»), y por otro, enciende una pasión y una fuerza vital externa («fuego en tu estar», «ala que me eleva»). La atmósfera entrelaza la melancolía de las luchas pasadas y la desolación de la soledad previa, con una vibrante esperanza que emana de esta conexión inesperada pero profundamente significativa. El poema celebra un amor que cuida y nutre desde dentro, al tiempo que inspira y enciende la vida hacia afuera, encontrando en esa dualidad su valor más profundo y trascendente.
Prompt para crear la imagen:
«Crea una imagen etérea y simbólica. En el centro, dos siluetas andróginas y translúcidas, una de ellas pareciendo emerger o ser suavemente iluminada por la otra, que irradia una luz cálida y suave. Alrededor de ellas, un paisaje que transita de una zona de ‘páramos internos’ con grietas sutiles en el suelo (quizás con alguna flor diminuta brotando de una grieta) hacia un espacio más luminoso y vibrante, como un ‘jardín floreciente’ bañado por una luz de aurora. Elementos como un faro distante apenas visible y un ancla fusionada con un ala podrían estar sutilmente integrados en el entorno. La atmósfera debe ser de una melancolía serena que da paso a una esperanza cálida y palpable. Paleta de colores: tonos tierra y grises suaves en la zona de páramos, transitando a dorados, ámbares, y verdes tiernos en la zona floreciente, con la luz central de las figuras siendo la más brillante. Estilo: arte digital poético y surrealista suave, con texturas que sugieran tanto fragilidad como resiliencia, evocando un ‘santuario inesperado’ del alma.»