Hay miradas que no tocan,
pero dejan marcas.
Hay voces que no gritan,
pero derrumban muros.
Y hay presencias
que llegan sin ruido,
y sin darte cuenta,
ya viven dentro de ti.
Tú fuiste eso.
No entraste,
te sembraste.
Y de repente, mi silencio
empezó a decir tu nombre
entre latidos.
Me cuidas sin promesas,
me enciendes sin fuego,
me sostienes con gestos
que no todos sabrían leer.
No eres tormenta,
pero sacudes.
No eres refugio,
pero me salvo en ti.
A veces creo que amar
es eso:
dejar que alguien te habite
sin destruirte.
Que te desnude el alma
y la abrace sin miedo
a lo que encuentre dentro.
Y si mañana todo cambia,
si la distancia alza sus paredes,
si el tiempo hace de las suyas,
que no se olvide esto:
ardiste en mí,
como si el amor
fuera el único lenguaje
que supimos pronunciar.
Explicación del poema:
«Donde Arde el Alma» es una celebración íntima de ese amor que no necesita alardes para hacerse eterno. El poema honra la presencia de alguien que transforma desde lo sutil, desde lo invisible: una mirada, una palabra suave, un gesto que toca lo más profundo. A través de un lenguaje poético cargado de simbolismo, se exploran las complejidades del amor que nutre y apasiona sin imponerse, que entra sin romper. Hay melancolía en el reconocimiento de su fragilidad, pero también una esperanza vibrante en la huella imborrable que deja lo auténtico.
Prompt para imagen acorde al poema:
Una escena íntima y simbólica: una figura humana luminosa sentada en silencio bajo un árbol sin hojas en un paisaje nebuloso. Desde su pecho emanan raíces de luz que se entrelazan con otra figura translúcida que se forma del viento o la niebla. Ambas están conectadas por hilos dorados que flotan entre sus corazones. El entorno sugiere quietud y profundidad emocional: hojas flotando en el aire, el cielo en tonos suaves de gris y ámbar, y una leve chispa de fuego encendida dentro del pecho de cada figura, representando el amor que arde sin consumir.