
Te acercaste como quien reza
a un altar que aún huele a incienso,
y encendiste en mí la llama
sin intención de arder conmigo.
No fue el roce lo que marcó mi piel,
sino tu ausencia al borde del abismo,
cuando el deseo, de rodillas,
clamaba por su redención.
¿Quién enseña a amar hasta la orilla
y no hundirse en el vértigo del todo?
¿Quién bendice la pasión
si se detiene antes del milagro?
Me ofrecí como templo sin exigencias,
cuerpo abierto, alma descalza,
y tú, peregrino de lo incompleto,
trajiste plegarias que no sabías cumplir.
No me dolió tu partida,
sino el eco que dejaste en mis huesos,
la oración que interrumpiste
cuando ya el dios del gozo bajaba a la tierra.
A veces me pregunto
si en algún rincón del cielo
hay un castigo reservado
para quienes encienden el rito
y escapan del fuego bendito.
Pero no te culpo del todo…
quizá temías lo sagrado,
quizá no supiste
que amar hasta el final
es un acto de fe,
no de fuerza.
Y aquí estoy,
todavía en llamas,
consagrando la memoria de un amor
que no supo consumirse
ni salvarme.
✧ Explicación del poema:
“Altares Sin Fuego🔥” es un poema que transita entre la mística y el deseo, entre el amor como experiencia espiritual y la devastación que deja lo incompleto. Utiliza imágenes religiosas (altar, oración, rito, fe, redención) para hablar del deseo que se despierta pero no se consuma, lo que se vuelve más doloroso que una ausencia total. La voz poética, sin género, representa una entrega plena frente a alguien que no supo —o no quiso— acompañar el fuego hasta su culminación. El poema denuncia con dulzura el abandono emocional y físico, pero también guarda una chispa de esperanza: la fe en un amor verdadero, completo, que aún puede llegar.
🎨 Prompt para generar una imagen basada en el poema:
“Una figura andrógina envuelta en fuego simbólico (llamas suaves que no queman), de pie frente a un altar antiguo, roto y cubierto de flores marchitas. El cielo está dividido entre sombras densas y luces doradas, como una batalla entre la desolación y la esperanza. El cuerpo de la figura irradia una mezcla de vulnerabilidad y divinidad. A lo lejos, una silueta se desvanece en el horizonte, caminando fuera del templo. El estilo debe ser espiritual, con tonos cálidos (rojo, oro, violeta) y detalles etéreos, como si fuera una pintura entre lo real y lo sagrado.”