
Un día, mi voz, liberta y sin cadenas,
Plasmará en versos lo que el corazón encierra.
Serán ríos de sentir, olas que se serenan,
Un mapa de la senda que mi alma desentierra.
Y quizás lo leas, con el ceño algo fruncido,
Buscando en cada estrofa un eco familiar.
Te preguntarás si acaso te he sentido
En cada herida abierta, en cada suspirar.
Y sí, es probable que la esencia que te nombra
Fuese el ancla que sostuvo mi navegación.
La luz que disipaba alguna sombra,
El pulso que animó mi propia canción.
Pero el tiempo, ese río que todo lo arrastra,
Teje nuevos paisajes, transforma la verdad.
Y lo que fue certeza, hoy solo contrasta
Con la aurora que anuncia otra oportunidad.
Habrá melancolía por lo que ya no es,
Un eco lejano de un tiempo que se fue.
Desolación por la huella, el dolor de la intempestiva res,
Mas también la esperanza de un nuevo amanecer.
Porque el alma sigue su curso, aprende a volar,
Aun con alas rotas, a pesar de la ausencia.
Y aunque el pasado duela, y cueste el olvidar,
En cada verso nuevo, hay pura trascendencia.
Explicación del Poema
Este poema explora la evolución de los sentimientos a lo largo del tiempo, partiendo de la premisa de que las emociones son fluidas y cambiantes. La voz poética promete plasmar en versos una verdad sentida, anticipando que quien lo lea podría reconocerse en esas palabras, pero también advirtiendo que lo que una vez fue una conexión innegable puede ya no serlo. El poema transita por la melancolía de lo que se fue, la desolación de la distancia emocional, pero concluye con una nota de esperanza vibrante en la capacidad del alma para sanar y seguir adelante. Utiliza imágenes como «ríos de sentir», «olas que se serenan» y «un mapa de la senda» para evocar sensaciones y complejidades humanas, manteniendo un equilibrio entre el recuerdo y la aceptación de un futuro diferente.
Prompt para la Imagen
Una imagen conceptual y emotiva que represente la transición de las emociones y el paso del tiempo. En primer plano, un libro abierto o un pergamino antiguo, con letras que parecen desvanecerse o transformarse en elementos naturales (como hojas secas, pétalos que se dispersan, o volutas de humo que se elevan). El ambiente general debe tener una paleta de colores suaves y algo melancólicos, con tonos sepia, azules grisáceos y dorados pálidos. En el fondo, o como una superposición sutil, dos siluetas humanas apenas discernibles o contornos etéreos, que sugieran un recuerdo o una presencia pasada, alejándose o difuminándose suavemente. Una luz cálida y tenue, quizás un amanecer o un crepúsculo, ilumina el horizonte o el borde del libro, simbolizando la esperanza y los nuevos comienzos a pesar de la melancolía. La atmósfera debe ser contemplativa, con una sensación de paz y aceptación de lo que fue y lo que ahora es.
