
No te busco, pero aún apareces,
en la brisa que roza mi espalda,
en la música errante del viento,
en la sombra que duda en mi puerta.
El amor no muere,
solo cambia de forma,
se hace grieta,
se hace niebla,
se hace un nombre que ya no pronuncio
pero que aún vive en mi piel.
No hay rabia en mi voz,
no hay rencor en mis pasos,
solo el eco de lo que ardimos
y la certeza de lo que fuimos
sin más culpa que el tiempo.
Miro mis manos vacías
y en ellas encuentro mi peso,
mi propio latido,
mi historia intacta,
la raíz que me sostiene.
No soy la misma que te amó,
pero tampoco la que te olvidó.
Soy la que camina,
con la herida cerrada
y la luz filtrándose por la grieta.