Un día desperté sin tu sombra,
sin la urgencia de buscarte
en los pliegues del amanecer,
sin el peso de tu nombre
anclado a mi respiración.
La herida ya no duele,
solo susurra en los días de lluvia,
como un eco lejano
que ya no gobierna mi piel.
He aprendido a nombrarme sin ti,
a llenar los espacios vacíos
con risas que no son reflejo,
con latidos que me pertenecen.
No todo amor es condena,
no toda ausencia es pérdida.
Hay caminos que comienzan
donde creímos que terminaban,
y soles que arden
en cielos que parecían vencidos.
Hoy miro el horizonte
con ojos nuevos,
con un corazón que aprendió
que el amor no muere,
solo cambia de casa.