
No sé en qué momento
dejé de esperar tu regreso,
cuándo las palabras que nunca dijimos
se hicieron polvo en el aire,
cuándo el eco de tu risa
se volvió solo un murmullo en la distancia.
Camino sin la carga de los días rotos,
sin la urgencia de descifrar
el porqué de cada adiós.
Ya no busco respuestas en el pasado,
solo dejo que el viento
me hable de todo lo que aún queda por sentir.
La vida me llama con su voz clara,
con sus calles que ya no duelen,
con sus cielos que ya no pesan.
El amor que un día me habitó
sigue siendo semilla,
pero ahora florece en otro suelo.
No todo final es pérdida,
no toda despedida es ruina.
A veces, soltar no es caer,
sino aprender a volar
con menos peso en el alma.