
En el humo de tu sombra me recuesto,
tras la danza de sudores apagados,
cuando el alba no perdona lo que fue
y mi carne aún susurra tu pecado.
No hay refugio en el deseo malogrado,
ni silencio que no grite tu jadeo.
En mi lengua aún persiste aquel rocío
que bebí de tu centro sin rodeos.
Fuiste furia, fuiste agua, fuiste herida,
y me amaste sin promesa ni frontera.
Pero el cuerpo, como el tiempo, se desgasta,
aunque duela la memoria verdadera.
Te soñé sin nombre, sin mandato,
y volví a ti sin ruta ni sentido.
Nos perdimos donde mueren los instintos,
pero el tacto sigue ardiendo, repetido.
Ahora callo, pero sangro entre palabras,
me acaricio con las brasas de un “quizás”,
y aunque el fuego ya no suba por mis venas,
hay cenizas que no puedo sepultar.
Explicación breve:
“Cenizas en la Piel” es un poema con una visión introspectiva y melancólica de la pasión vivida. Una experiencia desde la distancia del tiempo, como si el cuerpo ya no gritara, pero aún ardiera en las huellas que dejó el otro. El poema habla de la permanencia del deseo en la memoria, del cuerpo como archivo emocional, y del amor físico convertido en cicatriz ardiente.
Prompt para imagen (en español):
«Una figura andrógina envuelta en sombras suaves, recostada sobre un lecho de cenizas encendidas. El ambiente es íntimo y nostálgico, con luces cálidas que insinúan el recuerdo de una pasión antigua. El fondo se desvanece entre humo y piel, como si el pasado estuviera suspendido en el aire. Elementos simbólicos como labios entreabiertos, un reloj roto y brasas tenues completan la escena, todo con una estética poética y emocional.»
