
Yo era un puerto en la bruma serena,
un dique de anhelos contenidos, en calma.
Donde el eco del mundo apenas si suena,
y el tiempo dormía, acunando mi alma.
No buscaba el embate de olas furiosas,
ni el vértigo dulce de abismos profundos.
Bastábame el murmullo de aguas perezosas,
el confín conocido de mis propios mundos.
No preguntaste si anclar en mis aguas profundas,
o navegar hacia el sol, en las cimas seguras.
Mas tu influjo llegó, cual caricia sin prisas,
deslizando una opción entre todas mis dudas.
Y en el mapa silente de mi geografía,
donde el norte era un punto cardinal olvidado,
sentí un pulso distinto, una nueva osadía,
un llamado a lo hondo, a lo nunca explorado.
Y elegí sumergirme, sin red ni atadura,
allí donde tu esencia deshace mis bordes.
Donde el viejo paisaje pierde su figura,
y emergen constelaciones en nuevos acordes.
Ahora tu nombre es la marea que me arrulla y me eleva,
la brújula interna que al fin me renueva.
Cada instante contigo es un verso que nace,
un eco que vibra y el miedo deshace.
A veces, el abismo de sentir tanto asoma,
un vértigo lúcido, un temblor en el centro.
Pero tu luz es faro que la sombra carcoma,
y me ancla a este instante, a este sagrado encuentro.
No es perder el timón, es encontrar el destino
en el ritmo sagrado de un pulso que es tuyo y es mío,
contemplando el milagro, sereno y genuino,
de cómo tu presencia da cauce a mi río.
Explicación del Poema:
«La Rendición de las Mareas Interiores» explora la transformación emocional que surge cuando una persona decide abrirse por completo a la influencia profunda y absorbente de un amor. El «yo» lírico, inicialmente en un estado de calma contenida y auto-suficiencia («puerto en la bruma serena»), se enfrenta a una «opción» implícita presentada por la llegada o la presencia significativa de otro.
La elección de «sumergirse» en la «profundidad» de esta conexión, inspirada lejanamente por la idea de una elección entre «arriba» (seguridad, contención) y «abajo» (profundidad emocional, entrega), simboliza una rendición voluntaria. Esta no es una derrota, sino una aceptación gozosa de una fuerza que redefine la propia identidad («deshace mis bordes», «el viejo paisaje pierde su figura»).
El poema utiliza imágenes acuáticas (puerto, olas, marea, río, abismo) para simbolizar el flujo emocional y la profundidad del sentimiento. La «luz del faro» y la «brújula» representan la guía y la nueva orientación que este amor proporciona. La melancolía de la autosuficiencia previa se transforma en una esperanza vibrante y un asombro ante la intensidad del vínculo («contemplando el milagro»). La «rendición» no es a la otra persona como un acto de sumisión, sino a la propia capacidad de sentir tan intensamente, permitiendo que la influencia del ser amado («tu nombre es la marea») reconfigure el «universo interior» latido a latido, verso a verso.
Prompt para Crear la Imagen:
«Crea una imagen surrealista y profundamente atmosférica que capture la esencia de ‘La Rendición de las Mareas Interiores’. Visualiza un paisaje marino interior, donde un puerto tranquilo y brumoso (tonos grises y azules suaves) comienza a ser transformado por una marea luminosa y ascendente que emana de una presencia etérea (sin forma humana definida, más bien una fuente de luz cálida y dorada). El agua de la marea revela constelaciones y patrones intrincados bajo su superficie, sugiriendo un ‘mapa’ emocional que se redefine. En la distancia, un faro emite un haz de luz reconfortante que atraviesa la bruma. La sensación general debe ser de una calma inicial que da paso a una poderosa transformación emocional, un equilibrio entre la melancolía serena y una esperanza vibrante y sobrecogedora, con un toque de vértigo ante la profundidad revelada. Estilo: Simbolista abstracto con elementos líquidos y lumínicos prominentes.»