
He caminado por senderos rotos,
donde la sombra pesa más que la luz,
donde el frío de la duda
se enreda en los huesos.
He visto cómo el dolor
talla su nombre en la piel,
cómo la ausencia deja grietas
donde antes hubo hogar.
Y, sin embargo,
cuando el eco del miedo se apaga,
cuando la tormenta cede su furia,
descubro que cada herida
es un mapa secreto
hacia algo más grande.
Porque nada florece sin invierno,
nada brilla sin la noche,
y cada lágrima derramada
es la semilla de un nuevo amanecer.