
Mis manos no te buscan,
te estudian.
Como quien traduce un códice antiguo
con la lengua y la respiración.
Tu espalda —
un mapa sin coordenadas,
donde cada vértice
es un punto ciego que enciende.
Hay vértices que tiemblan
cuando el aire se vuelve verbo,
cuando mi aliento traza
una sílaba de calor
en la hondura de tu cuello.
Tú, que finges dominio,
sostienes el pulso
con la misma ferocidad
con que un astro se deja mirar
antes de estallar.
Yo me ofrezco
como quien cae de rodillas
ante un eclipse:
ciego, extático,
desarmado.
Nos desnudamos de tiempo,
no de ropa.
Hay un instante donde la piel
es solo una teoría,
y el deseo
su experimento.
No hay victoria aquí,
sólo la dulce derrota
de haber sido
territorio y conquista
al mismo tiempo.
Análisis:
El poema articula el deseo como una exploración ambigua entre conocimiento y entrega. Usa la metáfora de la cartografía para simbolizar el cuerpo como un territorio inexacto y sensual. El ritmo entrecortado refleja la tensión entre urgencia y contemplación.
Prompt para Imagen:
«Un par de figuras entrelazadas, una cartografía difusa trazada sobre sus cuerpos con líneas doradas. Fondo oscuro con destellos como constelaciones. Estilo: arte digital onírico, con texturas suaves y detalles abstractos que recuerdan mapas antiguos y luz tenue de astros.»