
A veces, en la madrugada sin relojes,
cuando el viento se arrastra por las ventanas
como un recuerdo que aún no he vivido,
siento tu amor —invisible,
pero tan real como la sed en mis huesos.
No me preguntes quién soy,
ni cuántas lunas he tenido que cruzar
para aprender que el amor
no es un rostro ni una cifra,
sino la forma en que se mece el alma
cuando alguien te cuida incluso en la distancia.
He amado en la sombra,
he amado cuando mis manos estaban vacías
pero mi corazón lleno del eco de una promesa:
que algún día, alguien miraría mis ruinas
y las llamaría hogar.
No me diste oro,
pero tus palabras tejían abrigo,
y en un mundo que cambia de máscaras cada día,
tu constancia era mi norte,
tu ternura, mi armadura.
Y aún cuando las noches se alargan
como un campo sin horizonte,
yo me recuesto en la fe
de que el amor no necesita testigos,
ni contratos, ni cuerpos perfectos;
solo necesita verdad,
y un alma dispuesta a quedarse.
Explicación del poema:
Este poema es una exploración lírica del amor como refugio emocional más allá de lo superficial: edad, apariencia o estatus. Utiliza un tono melancólico pero esperanzador, simbolizando la búsqueda de un amor genuino, protector y profundo. El poema teje imágenes sensoriales —viento, sombras, vacío, abrigo— para retratar una conexión amorosa que trasciende lo tangible, apelando a todas las edades y géneros, y celebrando la resiliencia emocional del “yo” poético.
Prompt para crear una imagen acorde:
«Un paisaje onírico al amanecer: una figura andrógina envuelta en una capa de estrellas observa el horizonte desde una colina solitaria. El cielo está teñido de tonos malva y azul profundo, y un viento suave mueve hojas secas en el suelo. A su alrededor, ruinas cubiertas de musgo brillan con una tenue luz dorada, simbolizando un amor que persiste. La atmósfera es melancólica pero impregnada de una luz cálida que sugiere esperanza.»
