Ecos de un Corazón Suspendido

Cada día amanece como un lienzo,
un suspiro de luz sobre el abismo,
y yo, pincel tembloroso, dibujo tus formas
con la tinta indeleble del deseo.

Tus sonrisas, esas estrellas que caen despacio,
son relámpagos suaves que iluminan
las grietas de este pecho desbordado,
un alma desnuda que tiembla sin adorno.

Me encuentro vagando entre las ruinas
de un tiempo que no viví,
donde los caballeros danzaban con el viento,
sus gestos eran poemas, sus manos jardines.
Abrir una puerta, ofrecer abrigo,
eran rituales sencillos, pero sagrados,
ecos de grandeza que hablaban sin voz.

¿Dónde están los hombres
que llevan océanos en los ojos,
que encuentran en la caballerosidad
un verso cotidiano,
un acto de amor, no de deber?
¿Dónde están los corazones
que laten al ritmo de una emoción pura,
desnuda como el amanecer?

En esta melancolía que me envuelve,
te busco, te dibujo, te sueño.
Tú eres la esperanza suspendida,
el hilo de oro en mi penumbra,
el poema que aún no escribí.

Y aunque la modernidad nos robe palabras,
mi alma se aferra a su vieja melodía.
Te ofrezco flores no marchitas,
una puerta abierta al infinito
y mi abrigo,
que es tan solo el calor de mi ser.

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