
Contigo aprendí que el amor no es un río,
sino un océano sin orillas,
una inmensidad sin mapa
donde me dejo llevar sin miedo.
Descubrí que el corazón no conoce límites,
que late más fuerte cuando se entrega,
que en cada susurro tuyo
mi alma se expande un poco más.
He visto el amor multiplicarse,
como la luz que rompe la sombra,
como el eco que regresa eterno
en la cueva de los días compartidos.
No hay frontera en este sentir,
ni techo que lo contenga.
Es un cielo en constante amanecer,
una llama que nunca se extingue.
Y así, en la vastedad de este abrazo,
sé que siempre hay más por dar,
más por sentir, más por descubrir,
porque amarte es abrir puertas
a lo infinito.