El Santuario del Abrazo

En el eco mudo de un tiempo que fue,
mi alma, naufragio, buscaba un porqué.
Cicatrices invisibles, velos de dolor,
tejían la armadura de mi corazón.

Y entonces llegaste, sin ruido, sin prisa,
con la calma que envuelve la brisa.
No hubo preguntas, solo el mirar profundo,
que desnudó el abismo de mi mundo.

Me pediste el milagro, lo inaudito, lo ajeno,
lo que nadie antes había sido el terreno.
Y en lugar de promesas, te di mi verdad:
un puerto, un refugio, la sinceridad.

Besé tus ausencias, las penas calladas,
las sombras que aún, furtivas, rondaban.
Te abrigé en mis brazos, un nido de calma,
donde el frío ancestral dejó de ser arma.

El café humeante, un rito sagrado,
compartiendo silencios, pasados ahogados.
Y en cada mañana, sin prisa, al despertar,
te volví la razón de mi respirar.

Porque no fue un instante, ni un fuego fugaz,
sino el arte de amar con una paz audaz.
De desolación a esperanza encendida,
te hice el amor, la vida misma, renacida.

Explicación del Poema: «El Santuario del Abrazo» es un poema que explora la universalidad del amor en su forma más profunda y sanadora. Aborda la subjetividad de la experiencia humana, donde un alma herida encuentra en otro un refugio inesperado. El simbolismo es clave, con elementos como «cicatrices invisibles» o «velos de dolor» representando heridas pasadas, y el «café humeante» como un rito de intimidad y conexión. La atmósfera es un delicado entrelazado de melancolía por lo vivido, desolación por el estado inicial del yo, y una esperanza vibrante que surge de la conexión y el acto de amar y ser amado incondicionalmente. Se equilibra entre la vulnerabilidad del pasado y la fortaleza encontrada en el presente compartido, culminando en la idea de que el amor verdadero es una reconstrucción y un nuevo comienzo.

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