
No quiero que la vida se nos escape
por las rendijas del miedo,
ni que el pasado nos arrastre
como un ancla que ya no somos.
Mira cómo la luz se posa
sobre las cosas más pequeñas:
una hoja temblando al viento,
el vapor que sube de una taza,
mi mano extendida hacia ti
como quien ofrece un hogar.
No todo es perfecto,
ni falta que hace.
La belleza —esa que dura—
vive en los ojos que eligen ver.
Y yo te miro.
Te miro como si fueras milagro
y al mismo tiempo certeza.
Como si la historia entera del universo
culminara aquí:
en este respiro,
en este tú y yo
sin armaduras.
Deja el peso en el umbral.
Ya no hay batallas que pelear
ni fantasmas que nos nieguen el paso.
Solo estamos tú,
yo
y el ahora:
breve, frágil,
pero infinitamente nuestro.
Permítete ser feliz.
No por mí.
No por el mundo.
Sino por ti.
Por esa versión tuya
que aún cree en las flores,
en la risa inesperada,
en el amor sin condiciones
ni horarios.
El tiempo no nos espera.
Pero este momento,
si lo vivimos de verdad,
puede durar
para siempre.
Explicación del poema:
“La Eternidad de un Instante” es un poema que invita a soltar el dolor acumulado y abrazar la posibilidad del presente como un acto de amor radical. A través de imágenes cotidianas y una voz profundamente íntima, el poema reconoce el peso del pasado y la ansiedad del futuro, pero insiste en la belleza fugaz y luminosa del «ahora». Es una súplica tierna y honesta para que la otra persona se permita ser feliz —no como obligación, sino como derecho vital. El equilibrio entre melancolía y esperanza crea un espacio emocional donde cada lector puede reconocerse y sanar.
Prompt para crear la imagen acorde al poema:
Una escena serena al amanecer, con dos figuras sentadas juntas en un banco de madera frente a un campo abierto o un lago tranquilo. Una taza de café humeante sobre el banco, hojas cayendo suavemente alrededor, y una luz cálida y dorada que baña el paisaje. La expresión de las figuras transmite paz, conexión y un dejo de nostalgia, como si compartieran un momento íntimo después de una larga espera. Colores suaves: dorados, naranjas y verdes difuminados. Detalles como una bufanda cayendo, una mano sobre otra, o un cuaderno abierto, aportan profundidad emocional. La atmósfera debe sentirse a la vez melancólica y esperanzadora, como si el instante contuviera una eternidad.