
Te vi antes de verte,
en la sombra temblorosa de una esquina,
en la brisa que tropezó con mi aliento,
en la espera que nunca supo su nombre.
La ciudad era un murmullo distante,
los pasos un eco sin dueño,
pero en el instante de tu voz
el mundo giró en otro eje.
Nos encontramos sin buscar,
como dos líneas que se rozan
justo antes de perderse en la distancia,
como un cometa y su estela efímera.
No supe si eras un presagio
o el destino que siempre calló su trama,
pero en el abismo de tu mirada
encontré el vértigo y la certeza.
Y aunque el tiempo aún no nos reclama,
algo en mí ya se ha rendido,
como un río que al ver el mar
se entrega sin preguntas.