Fuego sin Fénix

No todo incendio nace del deseo,
ni toda piel desnuda es para arder.
A veces, tu calor —ese que envenena—
deja cenizas donde hubo placer.

Sí, te bebí sin medida ni tregua,
como se bebe el sol antes del fin,
pero tu fuego quemaba por dentro
y no dejaba un refugio en mí.

Tus muslos, que cerraban los cielos,
eran murallas, no invitación.
Tus besos eran cuchillas de viento,
tu danza, un eco de desolación.

Te amé como se ama lo imposible,
lo salvaje, lo cruel, lo inmortal,
pero en tu cuerpo también habita
una tristeza ancestral y fatal.

Ahora sé que la pasión no basta,
que no hay piel que cure la verdad.
El alma, cuando sangra en lo invisible,
no se redime por sensualidad.

Y sin embargo, en la herida, persiste
una ternura que no se rindió.
Aún arde el recuerdo, aún vive el deseo,
pero más hondo, el amor calló.


Explicación del poema:

Este poema es una respuesta íntima y reflexiva al original, que exalta la pasión corporal de una mujer como fuerza cósmica. En contraste, «Fuego sin Fénix« ahonda en el otro lado de esa pasión: el desgaste emocional, la soledad que puede esconderse tras lo erótico. La voz lírica reconoce el magnetismo del cuerpo amado, pero señala que el deseo sin conexión profunda puede dejar cicatrices. Es un poema que no niega la fuerza del amor físico, pero que lo sitúa en diálogo con la necesidad de alma, consuelo y verdad emocional.


Prompt para crear la imagen en Copilot:

«Un paisaje abstracto en tonos cálidos y oscuros: una figura humana solitaria en sombras, parcialmente envuelta en llamas suaves que no queman, pero iluminan cicatrices. A lo lejos, la silueta difusa de una figura femenina etérea, danzando como humo entre la luz y la melancolía. El entorno debe parecer un cruce entre desierto y santuario, con ruinas de un templo y cenizas flotando. La atmósfera debe evocar deseo, pérdida y esperanza contenida, como un recuerdo ardiente que no se olvida.»

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