
Me fui sin cerrar la puerta,
porque no era huida: era regreso.
No a nadie, sino al eco que me aguardaba
en los pasillos donde nunca entró el ruido.
Dejé caer los nombres como se cae la lluvia,
silenciosa, sin permiso, sin reclamo.
Los abrazos que ofrecí sin medida
se marcharon conmigo, por fin de vuelta al cuerpo.
En la quietud me habité.
Me encontré descalzo de excusas,
limpio de promesas sin raíz,
desnudo ante el espejo donde nadie más me nombra.
No busqué respuestas,
me hice pregunta y me bastó.
La ausencia no fue vacío,
fue el espacio donde me hice raíz.
Ahora, en esta casa sin ruidos prestados,
mi voz se oye completa.
Y si un día alguien toca la puerta,
que sepa que ya no estoy esperando:
estoy viviendo.
Explicación del poema:
Este poema corresponde a una introspección complementaria: no la decisión de quedarse solo como refugio, sino la experiencia de reconstrucción desde la ausencia elegida. Aquí, la soledad no solo es refugio, sino arquitectura interior. No hay nostalgia del otro, sino una aceptación radical del yo que se descubre habitando su propio espacio sin necesidad de validación externa. Es una afirmación serena de la autonomía emocional tras haber estado demasiado tiempo cediéndose.
Prompt para imagen:
«Interior de una casa silenciosa, minimalista y cálida, iluminada por la luz dorada del atardecer entrando por una ventana abierta. Un solo sillón vacío junto a una taza de té humeante sobre una mesa de madera. En la pared, un espejo refleja una figura humana difusa, sin rasgos definidos, que parece desvanecerse en la luz. Atmosfera introspectiva, melancólica pero serena, con tonos cálidos y suaves. Detalles simbólicos como hojas secas, un cuaderno abierto y una vela encendida completan la escena.»
