
No llegaste con flores ni frases medidas,
no buscaste versiones de mí
más suaves, más pulidas,
ni intentaste cambiar mis estaciones.
Me miraste cuando mi alma
no tenía maquillaje,
cuando el día caía torcido
y la sonrisa se me olvidaba en el abrigo.
Y aun así, te quedaste.
No como quien soporta,
sino como quien entiende el idioma
de lo roto y lo vivo al mismo tiempo.
Hay amores que adornan,
que aplauden lo que brilla
y se esconden en la sombra.
Tú fuiste luz, incluso en mi neblina.
Nunca te importaron mis silencios cansados,
ni los desvelos que me dejaban
con las ideas despeinadas.
Te importé yo, sin guiones ni filtros.
Amar, lo supe entonces,
no es mirar lo bello y celebrarlo,
sino abrazar lo crudo
y verlo digno de quedarse.
Explicación del poema:
«El Amor que No Pide Permiso» es una declaración íntima sobre el valor del amor incondicional, ese que no exige perfección ni momentos ideales, sino que se manifiesta con fuerza precisamente en la autenticidad y la vulnerabilidad. El poema celebra a quien nos ve completos incluso en nuestra desarmonía, con ternura y sin juicio. Está escrito para tocar una fibra universal: el deseo profundo de ser aceptados tal como somos.
Prompt para crear la imagen acorde al poema:
Una escena doméstica sutil y emotiva, donde una persona aparece desarreglada y natural, con expresión introspectiva o melancólica, sentada en una habitación cálida pero sencilla. Cerca, otra figura —no del todo enfocada— la observa con una mirada serena y amorosa, sin necesidad de palabras. El ambiente transmite aceptación, ternura y realismo. Que haya elementos que sugieran intimidad cotidiana: una taza a medio beber, un suéter arrugado, un libro abierto. La luz debe ser suave, dorada o gris cálida, como un atardecer dentro de casa. Estilo realista poético, con enfoque emocional más que narrativo.