
No me hables de promesas en flor,
ni de jardines sembrados con saliva.
He aprendido que el amor verdadero
no florece en los labios,
sino en las manos que se tienden sin ruido.
Tantos inviernos me prometieron primaveras
que hoy solo creo en la lluvia que cae
y no en la que anuncian las nubes.
Toca, si quieres que crea;
camina conmigo, si deseas quedarte.
Las palabras son fuegos artificiales:
bellas, fugaces, estallan en lo alto
pero dejan el cielo igual de oscuro.
En cambio, tus gestos —pequeños, constantes—
son brasas que arden sin espectáculo.
Recuerdo cuando no dijiste nada,
y sin embargo, me abrigaste el alma.
Ese silencio fue más verdadero
que mil canciones sin cuerpo.
A veces temo que el mundo
olvide lo que no se publica,
que lo invisible se vuelva irrelevante.
Pero tú —si permaneces—
serás la prueba viva
de que el amor no necesita escenario.
Explicación del poema:
«Los Gestos que No Dicen Nada y lo Dicen Todo» es una oda a la autenticidad en el amor. Rechaza las palabras vacías y rinde homenaje a los actos silenciosos que revelan lo profundo sin necesidad de adornos. El poema navega entre la melancolía de promesas rotas y una esperanza silenciosa anclada en lo tangible: un gesto, una presencia, un cuidado sin alarde. Apela a cualquier lector que alguna vez haya deseado ser amado de verdad, sin apariencias.
Prompt para crear la imagen acorde al poema:
Una escena íntima y simbólica que muestra dos manos cercanas, casi tocándose, sobre una mesa modesta iluminada por luz tenue. Una taza de té aún humeante, una bufanda dejada a un lado, y un cuaderno cerrado pueden sugerir una historia sin palabras. El entorno debe transmitir calidez melancólica, como un refugio emocional donde lo no dicho tiene peso. La atmósfera debe estar envuelta en tonos suaves y otoñales, con un estilo realista poético, lleno de textura emocional. La imagen debe sugerir conexión, autenticidad y esperanza silenciosa sin mostrar rostros.