
La vida es un suspiro con reloj en la espalda,
un relámpago que no pide permiso.
Por eso, si voy a arder,
que sea en un fuego que me recuerde por dentro.
No quiero amores tibios,
ni bocas que besan como si pidieran perdón,
ni manos que tocan sin quedarse.
Quiero locura.
Quiero vértigo en la mirada.
Quiero un “te amo” que tiemble los cristales.
Quiero que me mires como si el mundo acabara mañana,
y que al tocarme, olvides cómo se respira.
Que me pronuncies con la urgencia
del que sabe que el amor no se repite.
Porque la vida —tan breve, tan esquiva—
no se hizo para cuentos a medias,
ni para besos sin historia,
ni para pasar de puntillas por el corazón de nadie.
Si vamos a amar,
que sea con todo el incendio.
Que nuestras cenizas cuenten la historia
de un amor que ardió tanto,
que valió cada segundo…
de esta fugaz eternidad.
Explicación del poema:
Este poema es una declaración ardiente y honesta sobre la intensidad del amor verdadero. Es un rechazo consciente a lo superficial, a lo cómodo, a lo moderado, y una apuesta por el amor que quema, que transforma, que deja huella. Está dirigido a cualquier persona que haya sentido que la vida es demasiado breve para no entregarse por completo a una emoción auténtica. La melancolía del tiempo fugaz se funde con la esperanza vibrante de encontrar a alguien con quien encender todos los sentidos.
Prompt para generar la imagen (en español):
Una ilustración poética y simbólica: una pareja abrazada en medio de un campo oscuro al anochecer, rodeados de llamas suaves que no queman, sino que iluminan su piel con tonos dorados y rojizos. Sus siluetas se funden como si fueran uno solo, mientras el cielo estrellado se abre sobre ellos con intensidad emocional. La escena transmite pasión, urgencia, ternura y belleza efímera. Estilo artístico: ilustración artística en acuarela o pintura digital con texturas suaves y un aire onírico.