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(La seducción es un juego de tiempo: el roce antes del incendio, la pausa antes del abismo.)
No hay prisa en tus manos,
solo un dibujo invisible sobre mi piel,
un trazo leve que incendia el aire
y hace del silencio un latido contenido.
Me miras como quien descifra un secreto,
como quien sabe que el deseo
se pronuncia primero en la espera,
en la caricia que aún no llega.
Nos medimos en la distancia mínima,
en la arena que cae lenta
entre la urgencia y la entrega,
como si cada segundo fuese sagrado.
Entonces, el tiempo deja de existir.
El espacio entre tú y yo es apenas un soplo,
una frontera que se rompe
con el temblor de un susurro.
Y justo ahí, en la pausa,
se escribe la historia de lo inevitable.