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(Cuando el deseo se vuelve un festín para los sentidos.)
Pronuncio tu nombre entre dientes,
y es un vino lento en mi boca,
una gota que arde despacio
hasta encenderme por dentro.
Tus manos huelen a tierra mojada,
a un verano escondido en mi piel,
y cada roce tuyo es un relámpago
que deja huellas invisibles.
Eres el sonido del agua al caer,
el susurro del fuego al consumir,
y en la noche muda de mis ansias
eres eco, latido, vibración.
Tus besos saben a fruta madura,
a promesa mordida entre risas,
y en el temblor de tu aliento
se esconde la música del deseo.
Eres tacto, aroma, color y vértigo,
el idioma secreto de mi carne,
y en el naufragio de los sentidos
eres la orilla donde quiero perderme.