
Te busco en la brisa que estremece mi piel,
en el pulso ardiente de la noche callada.
Eres el roce que precede a la tormenta,
el instante detenido en el abismo del deseo.
Tus labios son relámpagos en mi piel,
tu aliento, un incendio que consume el tiempo.
Me pierdo en la danza de tu tacto,
en la lenta ascensión del ansia contenida,
en el vértigo de sabernos entregados.
No hay prisa en el fuego que nos devora,
ni tregua en el delirio de este encuentro.
Eres la corriente que enciende mis venas,
la caricia que graba su eco en mi alma.
Y cuando el mundo se disuelva en sombras,
cuando solo quede el fulgor de nuestros cuerpos,
te nombraré entre suspiros quebrados,
y en ese instante seremos eternos.