El fulgor de lo que mereces

Te miro y veo el mundo
en tus ojos,
ese lugar donde la luz se quiebra
y se convierte en algo más que luz.
Eres el eco de todo lo que merece ser amado,
la promesa de que el caos tiene sentido,
que el dolor no es eterno,
y que la belleza existe
aun en los rincones más rotos.

Te mereces el cielo,
pero no ese cielo lejano,
sino el que se forma cuando respiras,
cuando tus risas dibujan constelaciones
y tus silencios se convierten en estrellas fugaces.
Te mereces la tierra,
no la que pisas,
sino la que late bajo tus pies,
la que guarda raíces profundas
y secretos que solo tú puedes descubrir.

Te mereces el mar,
no el que se ve,
sino el que se siente,
el que arrastra con olas de ternura
y devuelve con marea de esperanza.
Te mereces el viento,
no el que sopla,
sino el que acaricia,
el que lleva en su murmullo
las palabras que nunca te dije.

Y si alguna vez olvidas
lo valiosa que eres,
si la noche se te hace larga
y el espejo te devuelve sombras,
recuerda que hay algo en ti
que no se puede nombrar,
algo que brilla incluso en la oscuridad,
algo que el mundo necesita
para seguir girando.

Te mereces todo,
porque eres todo,
y en ti caben los sueños,
los miedos,
las caídas y los vuelos.
Eres el poema que nunca termina,
la canción que no se apaga,
el fulgor de lo que mereces.


Explicación del poema:

Este poema es una celebración del valor intrínseco de una persona, explorando la idea de que merecemos amor, belleza y esperanza no por lo que hacemos, sino por lo que somos. A través de imágenes poéticas que evocan elementos naturales como el cielo, la tierra, el mar y el viento, se transmite una sensación de universalidad y conexión con algo más grande que nosotros mismos. El poema combina melancolía y desolación con una esperanza vibrante, invitando a la reflexión sobre la propia valía y la capacidad de brillar incluso en los momentos más oscuros.

Prompt para la imagen:

«Crea una imagen surrealista que represente a una figura humana rodeada de elementos naturales simbólicos: un cielo lleno de constelaciones que se forman a partir de sus risas, una tierra bajo sus pies que late con raíces profundas, un mar que refleja olas de ternura y un viento que acaricia con murmullos de palabras no dichas. La figura debe estar iluminada desde dentro, con un fulgor que contrasta con la oscuridad circundante, transmitiendo una sensación de esperanza y valor intrínseco. Los colores deben ser profundos y evocadores, combinando tonos fríos y cálidos para crear un equilibrio emocional.»

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