
Guardo en mis manos lo que el tiempo deja,
pequeñas luces de días extintos,
sombras de risas en tazas vacías,
el eco de un nombre en un viejo abrigo.
Cada objeto es un fragmento de alguien,
una historia dormida en su forma inmutable.
La llave que un día cerró nuestra casa,
la foto borrosa de un rostro lejano.
Se quedan aquí, testigos callados,
de amores que fueron, de vidas que fuimos,
como si al tocarlos aún respiraran,
como si en su pulso latiera el ayer.
Los miro y me miro en sus superficies,
y sé que el tiempo no roba, transforma.
Nos deja recuerdos envueltos en polvo,
nos pide ternura en cada rincón.
Y un día seremos también un objeto,
una carta amarilla, un aroma en la tela,
una historia grabada en labios ajenos,
un rastro de amor que el olvido no lleva.
Explicación del poema:
«Los Rastros del Tiempo» explora la conexión entre los objetos y la memoria, mostrando cómo ciertos elementos materiales guardan fragmentos de nuestra historia y emociones. Reflexiona sobre la fugacidad de la vida y la manera en que los recuerdos se encapsulan en objetos cotidianos, dotándolos de un significado más allá de su función. El poema equilibra melancolía y esperanza, aceptando la transformación que el tiempo impone sin borrar del todo lo que amamos.
Prompt para la imagen en Copilot:
«Crea una imagen nostálgica de una habitación antigua iluminada por la luz dorada del atardecer. En una mesa de madera, hay un conjunto de objetos simbólicos: una vieja llave, una fotografía en sepia de una pareja, un reloj de bolsillo detenido en el tiempo y una taza con marcas de uso. El ambiente es cálido y evocador, con partículas de polvo flotando en el aire, reflejando el peso del pasado en cada objeto. La sensación general debe transmitir melancolía y ternura, como si los recuerdos aún habitaran en el lugar.»