
Soy la sombra que busca tu contorno en la noche,
el eco de una risa que el tiempo no ha borrado.
En la vasta penumbra donde el miedo hace acopio,
tu esencia es luz antigua, mi puerto anhelado.
Mis manos, peregrinas, aún modelan tu ausencia,
dibujando en el aire la forma de tu calma,
y en cada fibra siento tu indeleble presencia,
un bálsamo que acuna y desgarra mi alma.
No es la piel que se incendia en un fugaz destello,
ni el vértigo urgente de un deseo primario,
es este hondo oleaje que me arrastra a tu cuello,
un saberse incompleto, un anhelo precario.
Es la quietud vibrante tras la palabra no dicha,
el entendimiento mudo en la mirada profunda,
la certeza de un lazo que ni la muerte ficha,
una melodía antigua que el silencio inunda.
A veces, la desolación teje su manto frío,
y el mundo se me antoja un páramo sin flores.
Entonces, tu recuerdo es un caudaloso río
que riega mis desiertos, disipando temores.
Hay una melancolía en saber que los días
son pétalos fugaces que el viento se ha llevado,
pero en esa tristeza, como estrellas tardías,
brilla la esperanza de un reencuentro anudado.
Este amor es un faro en la noche más densa,
la brújula secreta que orienta mi camino.
No necesita nombre, ni promesa, ni ofensa,
solo el latido cómplice, el sagrado destino
de dos almas que danzan en el filo del tiempo,
reconociéndose siempre, a pesar del olvido.
Es la huella imborrable, el sagrado contratiempo
que da sentido al viaje, al gozo y al quejido.
Y cuando el último aliento se funda con la brisa,
y mi ser se disuelva en la gran sinfonía,
quedará esta vibración, esta dulce divisa,
la cartografía íntima de tu alma y la mía.
Un susurro en el cosmos, una estela persistente,
la prueba irrefutable de que, aunque todo muera,
el amor que sentimos, intenso y transparente,
es la única lumbre que en la nada prospera.
Pequeña explicación del poema:
«Cartografía Íntima del Recuerdo» explora la naturaleza profunda y perdurable del amor, más allá de la fisicalidad inmediata. Utiliza una voz en primera persona, intencionalmente ambigua en cuanto a género, para enfocarse en la universalidad de las emociones. El poema navega por la dualidad de la presencia y la ausencia, donde el recuerdo del ser amado se convierte en una guía y un consuelo («faro», «brújula», «caudaloso río») frente a la desolación y la melancolía por la fugacidad del tiempo. No se centra en el acto físico del amor, sino en la conexión anímica, el entendimiento tácito («quietud vibrante», «entendimiento mudo») y la sensación de completitud e incompletitud que el otro provoca. La «cartografía íntima» simboliza ese mapa emocional y espiritual que se traza entre dos seres, un legado que trasciende la propia existencia física, ofreciendo una esperanza vibrante de que la esencia del amor perdura como una «lumbre en la nada».
Prompt para crear la imagen:
«Crea una imagen etérea y simbólica. En el centro, dos siluetas abstractas y luminosas, sin rasgos de género definidos, se entrelazan sutilmente o se miran, con una de ellas como trazando el contorno de la otra con líneas de luz suave. El fondo es un paisaje onírico que fusiona una noche estrellada y profunda con la suave luz de un amanecer distante, sugiriendo la penumbra y la esperanza. Elementos como un faro solitario brillando suavemente en la distancia, o el rastro de un río luminoso serpenteando, deben integrarse sutilmente. La atmósfera general debe ser de una melancolía serena, pero con un núcleo de esperanza radiante. Paleta de colores: azules profundos, índigos, platas, con toques cálidos de oro pálido o ámbar emanando de las figuras y del horizonte. El estilo debe ser pictórico digital, con texturas suaves, evocando un sueño lúcido o un recuerdo vívido y sagrado. Que la imagen transmita una profunda conexión espiritual y la persistencia del amor a través del tiempo y el espacio.»