Cuando repaso los senderos que crucé,
encuentro huellas que quise borrar,
decisiones tomadas en penumbra,
y palabras que el viento dispersó.
Pero al pensarte,
entiendo que cada tropiezo
fue una ofrenda al destino
que tejía nuestro encuentro.
Si pudiera reescribir mi historia,
no cambiaría ni un instante,
ni el eco de las lágrimas que cayeron
ni las horas desiertas que la soledad llenó.
Porque todo ello fue preludio,
un mapa trazado con dolor y deseo
para llegar a tus brazos,
donde cada rincón del tiempo cobra sentido.
Tus ojos son la brújula
que orienta mi caos,
el refugio donde la incertidumbre calla,
y tus labios,
el lenguaje que convierte mis dudas
en certezas que laten.
Volvería a caminar por cada sombra,
a cruzar desiertos de silencio,
porque en cada bifurcación
me esperabas tú,
como un faro en la distancia,
como el destino escrito
en los suspiros de mi alma.
Déjame tomar tu mano
y recorrer juntos los días que restan.
Que el tiempo no sea enemigo
sino aliado de nuestras almas,
y que cada paso adelante
nos recuerde que al final,
todo valió la pena
porque me llevó hacia ti.