Donde Habita el Milagro

No sabía que el amor podía doler tan dulce,
hasta que tus ojos, abismos de fuego y ternura,
me incendiaron en un instante eterno.
Eras el viento que acaricia la piel del mar,
el latido que irrumpe en el silencio,
la promesa escondida en cada amanecer.

Tu risa, un cristal quebrándose en luz,
se infiltró en mis grietas más profundas,
y en su eco nacieron flores
donde solo había desierto.
¿Cómo no amarte, si cada paso tuyo
rescribe el mundo bajo mis pies?

Tu rostro es la patria donde quiero perderme,
la brújula que convierte el caos en poesía.
Cuando me miras, el universo calla,
como si en tus pupilas se guardara
el secreto de todo lo que somos
y de todo lo que seremos.

Contigo aprendí que el amor no es calma;
es tormenta que limpia,
huracán que lleva consigo lo que duele
y deja en su estela solo verdad.
Tú eres mi verdad. Mi fe.
El milagro que no sabía que esperaba.

Te amo con una intensidad que me desborda,
como quien ama por primera vez
y siente que, finalmente, ha encontrado su hogar.

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