
Cuando estoy contigo,
cada suspiro es un nacimiento,
cada instante, un universo
que se enciende con la chispa de tu ser.
Eres más que carne y hueso;
eres aire, fuego, savia
que corre por mis venas dormidas,
despertándome a la vida.
Tu mirada es un faro en la tormenta,
un refugio donde mi caos se acalla.
En esos ojos tuyos,
he visto el amanecer de mis sueños
y la quietud que solo la eternidad promete.
Son ellos, como ventanas al infinito,
los que me enseñaron a respirar.
Tus labios,
tan llenos de verbo y silencio,
me han construido un refugio
en el que la soledad no cabe.
Cada beso que dibujas en mi piel
es un pacto con la alegría,
una promesa de que el mundo
puede detenerse en su furia
y entregarnos su paz.
Y tu corazón…
Oh, tu corazón.
Es la hoguera que arde sin consumirse,
el lugar donde mi sombra danza,
donde mis grietas se llenan de luz
y mi tristeza se disuelve
en la profundidad de tu latido.
Así que, si me preguntas
de dónde nace esta fuerza,
esta risa que desborda mi pecho,
te responderé: de ti,
de cada partícula tuya
que se entrelaza con mi esencia.
Eres el oxígeno que llena mis pulmones,
el pulso que guía mis días,
la certeza de que en este caos inmenso,
hay un amor que respira
donde tú existes.