
Soy eco y soy silencio, la huella en la arena
que la marea besa y luego desdibuja.
Soy la pregunta antigua, la búsqueda serena
de un rostro en la penumbra, de una luz que me empuja.
En el vasto desierto de la ausencia sentida,
donde el sol es recuerdo y la noche es espanto,
tu nombre es el oasis, la promesa cumplida,
un murmullo de agua que mitiga mi llanto.
Mis manos, cuencos vacíos que anhelan tu forma,
han palpado el vacío, la helada certidumbre
de saberme incompleto si tu esencia no norma
el caos de mis días, si no enciendes mi lumbre.
Este amor, río subterráneo que nadie adivina,
nutre raíces hondas en la tierra del alma.
A veces es tormenta, a veces brisa fina,
un temblor en la víscera, una insólita calma.
No pide nombres, ni juramentos vanos,
se basta con el tacto sutil de la mirada,
con el secreto código que entrelaza dos manos
en la complicidad de una senda sagrada.
Eres faro en mi noche más densa y profunda,
la constelación única en mi cielo baldío.
Y aunque el miedo me aceche y la duda me hunda,
en tu imagen encuentro el abrigo, el rocío.
Hay una melancolía, sí, dulce y punzante,
al saber que los pétalos del tiempo se agostan,
pero también la fuerza de un sol rutilante
que en tus ojos reside, donde mis sueños postran.
Que cada instante tejido entre nosotros,
sea hebra de un tapiz que el alma guarda,
no para la mirada ajena, ni el aplauso de otros,
sino para el consuelo cuando la luz se tarda.
Y así, cuando el silencio final nos reclame,
y seamos solo polvo en el viento viajero,
quedará esta emoción, vibrando pura, in Lame,
como estrella fugaz que alumbra el sendero entero.
Pequeña explicación del poema:
«Eco de la Eternidad Compartida» es un viaje introspectivo a través de la experiencia universal del amor. Desde la primera persona, el poema explora la dualidad de la presencia y la ausencia, la desolación de la soledad contrapuesta a la esperanza y el consuelo que brinda la conexión profunda con otro ser. Utiliza metáforas de la naturaleza (desierto, oasis, río, faro, estrella) para simbolizar estados emocionales y la trascendencia del sentimiento amoroso más allá de las limitaciones temporales o las definiciones convencionales. La melancolía por la fugacidad de la vida se equilibra con una esperanza vibrante, arraigada en la intensidad del momento compartido y la memoria perdurable de esa conexión, sugiriendo que el amor, en su forma más pura, se convierte en un legado emocional que ilumina incluso en la ausencia. Es un canto a la vulnerabilidad, la fortaleza y la belleza inherente a la capacidad humana de amar profundamente.
Prompt para crear la imagen:
«Crea una imagen etérea y simbólica. En el centro, dos siluetas andróginas, apenas definidas, tal vez mirándose o tomadas sutilmente de la mano, hechas de luz tenue o energía entrelazada. A su alrededor, un paisaje onírico que fusiona un vasto desierto bajo un cielo nocturno estrellado con un oasis luminoso y distante que parece emanar de las figuras. Un faro solitario en un acantilado brilla suavemente en la distancia. Hilos dorados o plateados, como hebras de un tapiz invisible, flotan en el aire, conectando elementos del paisaje y rozando a las figuras. La atmósfera debe ser melancólica pero profundamente esperanzadora, con una paleta de colores que combine azules profundos, morados y negros con toques cálidos de dorados, ámbar o blancos luminosos. Estilo: arte digital poético, impresionista y simbólico, evocando un sentimiento de eternidad y conexión íntima.»