
No quiero que el tiempo nos alcance,
que sus horas nos midan,
que sus relojes nos digan
cuándo empezar o cuándo parar.
Quiero vivir contigo
en un instante que no tenga fin,
en un latido que no se apague,
en un suspiro que dure eternidades.
Quiero que me conozcas
como el mar conoce la orilla,
con una fidelidad que no se explica,
solo se siente.
Que descubras en mí
las grietas que iluminas,
las sombras que disipas,
los silencios que llenas
con tu risa de primavera.
Juntos, quiero saborear
la luz que se cuela por la ventana
en las mañanas calladas,
la música que nace
de los pasos que damos
sobre la tierra húmeda,
el ritmo de nuestros corazones
que se funden en un solo compás.
No temo a la desolación,
porque sé que en tu mirada
hay un refugio que nunca se agota.
No temo a la melancolía,
porque en tu abrazo
encuentro la esperanza
que renace como el sol
tras la tormenta.
Quiero vivir cada momento
como si fuera el último,
pero también como si fuera el primero.
Quiero que nuestra historia
no tenga arrepentimientos,
solo huellas,
solo cicatrices que cuenten
que aquí estuvimos,
que aquí amamos,
que aquí fuimos infinitos
en un mundo que intenta medirnos.
Porque contigo,
el tiempo no es una prisión,
sino un eco que se expande,
un latido que no cesa,
un suspiro que se convierte
en eternidad.