Llegaste como el eco de un verso perdido,
una palabra que siempre supe,
pero nunca pronuncié.
Eras la pausa que el tiempo aguardaba,
el latido exacto en el reloj del universo.
No hubo duda, ni azar,
sólo una certeza tan antigua como las estrellas:
en ti, cada fragmento de mi alma encontró su lugar,
cada rincón vacío se llenó de luz
y cada herida aprendió a ser camino.
Eres la suma de todos mis anhelos,
el refugio al que siempre quise llegar
sin saber que te buscaba.
El hilo invisible que unió nuestras vidas
no entiende de errores ni despedidas,
porque eres el momento donde todo cobra sentido,
el lugar donde mi corazón descansa.
En este encuentro, no hay principio ni fin.
Somos la huella que el amor dejó en el tiempo,
dos almas que se hallaron
porque nunca estuvieron perdidas.
Y mientras existas,
todo en mí encontrará su ritmo,
su razón,
su eternidad.