Dicen que el mundo avanza,
que el reloj ha perdido su compás,
que las semanas se acortan
mientras los días se disuelven
como arena entre los dedos.
Pero contigo, amor,
el tiempo deja de ser un tirano,
se convierte en un susurro amable
que se acurruca en el hueco de tu risa.
Cada segundo junto a ti
es un universo que florece,
un amanecer que nunca se apaga.
Si los días fueran menos
y las noches más largas,
si el progreso arrancara el respiro
a esta danza de horas que compartimos,
yo inventaría un reloj
que sólo marche al ritmo de tus latidos.
Porque en tus manos,
el tiempo no es avance ni pérdida,
es eternidad contenida,
un ciclo infinito de miradas y promesas
que desafían la lógica del mundo.
Déjame vivir en esa pausa,
en el instante que ocurre
cada vez que dices mi nombre,
y que todo lo demás,
el ruido del tiempo y del cambio,
se desmorone en el eco distante
de lo que no importa.