
Canta la noche en su murmullo,
el grillo susurra secretos de hierba,
y la rana, en su charca quieta,
lleva un eco que resuena en mi pecho.
Tú, amor, eres el compás perdido,
la nota que nunca cesa,
la melodía que aguarda
en el rincón más callado del alma.
Hoy, el mundo duerme
bajo un cielo que tiembla de estrellas,
pero mis pensamientos despiertan,
y en cada latido tu nombre se despliega.
Si no te abrazo ahora,
si mis manos no buscan las tuyas,
es porque este amor no conoce prisa;
crece como el río en su cauce,
firme, eterno, indomable.
Mañana, tal vez,
cuando el sol bese la tierra otra vez,
hallaré las palabras que faltan,
o construiré un puente de miradas
para llegar hasta ti.
Pero mientras tanto, escucha:
el grillo, la rana, la noche,
son nuestros cómplices callados,
cantando la promesa del tiempo,
del amor que no muere,
del todo que aún nos queda por vivir.