
Ando tras la sombra de lo frágil,
de lo que el mundo apenas mira,
una pluma perdida en la corriente,
un suspiro que nadie se detiene a escuchar.
Busco el alma de lo pequeño,
de aquello que vuela bajo
y, aun así, roza el cielo con la ternura de su existir.
No me pregunten por qué —ni para qué—,
hay búsquedas que nacen en la entraña,
y a uno solo le queda seguir,
como quien persigue un eco
que alguna vez juró que era amor.
De la soledad he hecho mi refugio,
del silencio, mi más fiel compañero.
No temo al viento ni a la noche,
temo, más bien, no encontrar
aquello que me haga sentir
que no he pasado por este mundo
sin haber amado algo imposible de retener.
Si me ven errante, no interrumpan,
no es locura ni capricho,
es sólo que el alma, a veces,
necesita buscar lo invisible
para no olvidarse de sí misma.
Explicación del poema:
«El Vuelo que No se Nombra» es un poema sobre la búsqueda de lo esencial y lo invisible: un alma, un amor o un propósito tan sutil que el mundo lo ignora. La voz poética no busca compañía, sino comprensión en su recorrido solitario y reflexivo, mientras explora la fragilidad de la existencia y la necesidad de encontrar algo que justifique la espera y la permanencia. Es una metáfora de todo aquello que amamos y perseguimos, aunque sepamos que nunca será nuestro del todo.
Prompt para la imagen acorde al poema:
«Crea una ilustración poética y melancólica de una figura solitaria de género neutro caminando por un sendero entre árboles desnudos al amanecer, envuelto en brumas suaves. Sobre su hombro, una pequeña pluma flota como guiada por el viento. El paisaje es etéreo, con tonos grises, azulados y destellos dorados lejanos, simbolizando la esperanza. Al fondo, un pequeño gorrión transparente parece perderse en el horizonte. La escena transmite soledad, introspección y la belleza de buscar lo invisible.»