
Gracias a ti, amor mío, que me has dado tanto,
me has dado el alba en la quietud de la noche,
y el susurro de tus palabras,
que son mi refugio y mi esperanza,
como un eco que resuena en lo profundo de mi ser.
Gracias a ti, amor mío, que me has dado tanto,
me has dado el latir de un corazón que no conoce de calma,
un corazón que se incendia con tu mirada,
que arde con cada toque tuyo,
que se derrite con cada sonrisa que me regalas.
Gracias a ti, amor mío, que me has dado tanto,
me has dado tus silencios, esos que hablan más que mil palabras,
y con ellos, mis días se llenan de luz,
como un río que, al encontrarse con la mar,
se disuelve, pero se renueva en el abrazo de las olas.
Gracias a ti, amor mío, que me has dado tanto,
me has dado la fe de creer que en el caos hay orden,
y que en las sombras hay un sol esperando para nacer,
porque en tus ojos se reflejan mis miedos,
pero también mis sueños más altos,
y en tu abrazo, todo el dolor se convierte en paz.
Gracias a ti, amor mío, que me has dado tanto,
porque en cada instante contigo,
me encuentro a mí mismo,
y todo lo que fui se desvanece,
y lo que seré se reconstruye a tu lado.
Este poema busca tocar esa fibra más íntima, esa que conecta el ser con el otro, el deseo con la entrega, la emoción con la eternidad del amor, invitando al lector a sumergirse en la profundidad de la pasión, la vulnerabilidad y la redención que solo el amor puede ofrecer.