Nos fuimos antes de irnos,
cuando la casa dejó de ser casa,
cuando el roce de los días
se volvió un idioma extranjero.
Ya no sé en qué rincón del tiempo
quedó tu risa,
en qué estación equivocada
bajamos sin mirar atrás.
Nos aferramos a los restos,
como quien intenta atrapar el humo,
como quien sigue llamando a una puerta
detrás de la cual ya no hay nadie.
Y sin embargo, amor,
todavía nos nombro en voz baja,
todavía me persigue tu sombra
cuando miro el reflejo de la lluvia.
No hay derrota en el adiós,
solo el peso de lo que fuimos
y la certeza dolorosa
de que no hay camino de vuelta.