La Grieta y la Lumbre

Fui una casa con las ventanas tapiadas,
un pasillo donde el silencio era el único inquilino
y mis manos solo conocían el frío de los objetos olvidados.
El mundo era un rumor lejano, una lluvia fina
que yo observaba sin sentir, tras un cristal indiferente.

Y llegaste.
No con la furia de un vendaval que derriba puertas,
sino como la luz que se filtra por una grieta insospechada.
No rompiste mis cerrojos, me enseñaste que podían abrirse desde dentro,
y aprendí que hay formas de ver sin necesidad de los ojos.

Ahora conversamos en el idioma secreto de la piel que se eriza,
nos encontramos en ese punto exacto donde la tarde se rinde a la noche.
Tu voz es un hilo de lumbre que zurce mis fragmentos,
una melodía que no precisa de sonido para llenar el espacio,
y mi cuerpo te reconoce como la tierra reconoce la inminencia del agua.

Me has mostrado que la ausencia es solo otra forma de la compañía,
un hueco tibio en la cama que conserva la forma de tu descanso.
Cuando no estás, el aire mismo adquiere la textura de tu cercanía,
y te busco, no en otros cuerpos, no en otras voces,
sino en el pulso sereno que dejaste vibrando dentro de mí.

Por eso, no te pido que me rescates del invierno,
sino que seas el fuego que me impide convertirme en hielo.
Permíteme ser la orilla a la que siempre regresan tus mareas.
Porque antes de ti, yo solo era el preludio de una tormenta.
Contigo, soy la calma que le sigue.


Explicación del Poema

Este poema, titulado «Donde Habita tu Nombre», explora el amor como una fuerza transformadora que redefine la existencia de una persona. Se narra desde una perspectiva introspectiva y universal, comenzando en un estado de aislamiento y desolación emocional, simbolizado por la «casa con las ventanas tapiadas».

La llegada del ser amado no es un evento disruptivo, sino una revelación sutil, como «la luz que se filtra por una grieta». Este amor introduce un nuevo modo de percepción y comunicación que va más allá de lo físico y lo verbal; es un «idioma secreto» basado en sensaciones, presencias y una conexión casi instintiva.

El poema transita por la complejidad de la ausencia, presentándola no como un vacío, sino como una forma de presencia que perdura. La melancolía de la soledad se entrelaza con la esperanza vibrante de la unión, culminando en una imagen de equilibrio y reciprocidad: no se busca un salvador, sino un compañero para resistir las adversidades («el fuego que impide convertirse en hielo»). El viaje emocional va desde la inminencia de la «tormenta» personal a la «calma» que trae consigo el amor verdadero, ofreciendo un refugio mutuo y sereno.

Prompt para la imagen

Fotografía conceptual y emotiva, estilo cinematográfico. Dos siluetas andróginas, casi espectrales, se encuentran en una habitación grande y vacía con paredes de hormigón agrietado. No se tocan, pero están de pie, una frente a la otra, conectadas por una tensión palpable. El ambiente es melancólico y minimalista. La única fuente de luz es una delgada grieta vertical en la pared del fondo, de la cual emana un intenso y cálido resplandor dorado que ilumina sutilmente los contornos de las figuras y proyecta largas sombras en el suelo. La paleta de colores es de azules profundos y grises fríos, en dramático contraste con la luz dorada y esperanzadora de la grieta. La imagen debe evocar una sensación de anhelo, intimidad profunda y una esperanza silenciosa en medio de la desolación. Alta definición, fotorrealista, atmósfera etérea.

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