La hora precisa de encontrarte

Perdóname por llegar tarde a tu vida,
por no haber caminado tus inviernos
ni haber sostenido tus días rotos
cuando el silencio era tu única compañía.
Quisiera haber sido el faro
que te guiara antes de la tormenta,
la brisa que calmara el fuego
de tus noches más oscuras.

Pero aquí estoy,
en esta hora imperfecta,
cargando con el peso de lo que no fue
y la esperanza de todo lo que aún puede ser.
Te miro y entiendo que el tiempo
es una criatura caprichosa,
un susurro que llega tarde,
un latido que siempre parece correr.

Si pudiera volver atrás,
no cambiaría lo que eres,
pero me plantaría en tu historia
como un árbol que florece temprano,
que crece para cobijarte
cuando el mundo se desploma.

Aun así, el presente nos reclama,
y en este instante,
todo cobra sentido:
tu risa, una constelación recién descubierta,
tus manos, un refugio que jamás imaginé,
y tu amor, el milagro
que el tiempo me dejó a pesar de todo.

No llegué antes,
pero llegué con todo lo que soy,
con un corazón dispuesto a perderse
en cada rincón de tu universo,
a sembrar raíces en tus pasos
y a construir puentes donde antes hubo abismos.

Quizá la vida no nos quiso puntuales,
pero nos quiso ciertos.
Y si este es el momento en que te encuentro,
lo tomo como un regalo inmenso,
un inicio donde todo empieza
y el reloj, por fin, deja de importar.

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