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(Amarnos como si el tiempo no nos acechara.)
Muérdeme la boca,
húndete en mi aliento,
sé tempestad antes del naufragio.
Que mi piel sea un grito,
que el jadeo nos parta en dos
y nos haga olvidar
que el hielo acecha las venas.
Ámame con rabia,
con la sed de quien teme el invierno,
con las manos que aún recuerdan
el incendio de otro tiempo.
No hablemos de mañana,
no mires la grieta en mis ojos,
tómame, rómpeme,
hazme ceniza antes de la sombra.
Que esta noche
no nos devore la duda.