Creo que los besos se dan en la boca
porque allí confluyen los secretos del universo,
el verbo que atraviesa la piel,
y el susurro que derrumba las distancias.
Cuando beso tus labios,
mi aliento se mezcla con el tuyo,
como el agua encuentra su cauce.
Es un pacto silencioso,
un idioma que no necesita traducción.
Si alguna vez dejo de hallarte allí,
buscaré tus huellas en el viento,
en la melodía de tus pasos,
y en la sombra que tus manos
dibujaron en mi memoria.
Pero no es solo pérdida lo que aquí nos habita:
es el eco de lo eterno,
la promesa de un amanecer
que despeje toda duda.
Tú y yo somos más que cuerpos,
somos raíces que se entrelazan en la tierra,
somos el fuego que danza sin consumirse,
somos el verbo hecho carne
y el silencio que también habla.
Porque al final, amar no es solo besar,
es aprender el lenguaje de otra alma,
descifrar su caos, y al hacerlo,
hallar la paz.