Los besos no nacen solo en la boca,
sino en las raíces invisibles del alma,
donde el verbo toma forma,
donde el silencio deja de ser vacío
y se convierte en lenguaje.
Te beso porque las palabras,
aunque infinitas, a veces no alcanzan.
Pero si al rozarte las manos
pudiera atraparte,
sería como intentar guardar el mar
en la palma de mis dedos.
Tu boca es un umbral:
al cruzarla, abandono el tiempo,
el pasado se apaga, el futuro espera,
y solo quedamos nosotros,
como dos estrellas ardiendo
en un cosmos de certezas.
Amar no es solo un acto;
es un ciclo que nos recuerda
que incluso en la pérdida,
hay encuentros escondidos,
en la ausencia, ecos,
y en el dolor, semillas de lo eterno.
Porque cada beso que damos
es una constelación nueva,
y cada palabra susurrada
es una promesa que sobrevive al viento.
Amarte es besar la esencia misma de la vida,
es ver en tus ojos el horizonte,
es comprender que el lenguaje humano
solo es el principio
de lo que tu alma grita sin voz.
Y al final, cuando todo se apague,
solo quedará el rastro del primer beso,
el que me dio el universo
cuando decidió que tú existieras.