Me pregunto si el aire recordará
el temblor de mis canciones,
esa tonada imperfecta
que se colaba por tu ventana
en las madrugadas de invierno.
Si la mesa guardará
la hendidura de mis codos,
el mapa de café derramado
y esas migas de pan
que dibujaban constelaciones
sobre el mantel desgastado.
Me pregunto si el espejo
buscará mi reflejo ausente,
si la almohada conservará
el hueco de mis sueños,
ese valle pequeño
donde anidaba tu nombre.
Porque no soy solo lo que me llevo,
sino todo lo que dejo:
el eco que persiste
en el rincón del sofá,
la sombra que baila
con el polvo al sol,
esa risa que se enreda
entre tus sábanas
cuando apagas la luz.
Y aunque el tiempo barra
mis huellas del pasillo,
algo mío quedará prendido
en el doblez de los días,
como una semilla olvidada
que un abril cualquiera
decidirá florecer.
Explicación del poema:
Este poema explora la huella emocional que permanece tras la ausencia, utilizando objetos cotidianos (mesa, espejo, almohada) como receptáculos de memoria. La voz poética se cuestiona su propia permanencia en los espacios compartidos, transformando lo mundano en sagrado. El lenguaje fluye entre la melancolía («reflejo ausente») y una esperanza orgánica («semilla que florecerá»), sugiriendo que el amor perdura en los intersticios de lo aparentemente olvidado. Las imágenes táctiles (café derramado, migas de pan) crean una intimidad universal que trasciende género y edad.
Prompt para la imagen:
«Ilustración en estilo realismo mágico con acuarelas diluidas. Representa una habitación vacía al atardecer donde objetos cotidianos (mesa con taza de café, espejo empañado, almohada con hundimiento) proyectan sombras en forma de figuras humanas etéreas. Rayos de luz filtrados muestran motas de polvo bailando. En primer plano, una ventana abierta deja ver semillas volando hacia un árbol florecido. Paleta: ocres desvaídos, azules pálidos y toques de amarillo dorado en las zonas de luz.»