Después del Incendio

20 –

(Cuando el fuego cede, queda la luz tibia de lo que somos.)

La noche nos encuentra aún encendidos,
cubiertos por el eco del fuego,
con la piel marcada de sombras
que no son más que huellas de un incendio.

Respiras contra mi cuello,
y el mundo cabe en ese instante,
en la pausa de un susurro
que aún sabe a vértigo y ceniza.

No hay prisa ahora,
solo la certeza de que aquí,
en este abrazo sin márgenes,
el tiempo no nos debe nada.

Tu mano en mi espalda es un ancla,
tu aliento, un horizonte suave,
y en la lentitud de este roce
se escribe otra forma de arder.

Después del fuego,
queda la brasa encendida en los cuerpos,
el fulgor tibio de un amor
que aún respira en la oscuridad.

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