No quiero amores de paso,
ni manos que tiemblan al sostener las mías.
No soy tierra de estaciones
para quien solo sabe quedarse en primavera.
Yo he aprendido a habitarme
en los inviernos más crudos,
a encenderme con el fuego que me falta,
a no mendigar soles
cuando llevo luz en el pecho.
Me he levantado del abandono
con la dignidad de los mares:
llenos de calma en la superficie
pero inmensos en lo profundo.
No acepto barcas que no quieran hundirse conmigo
si es necesario.
No soy para quien ama con horarios,
para quien llega cuando le conviene
y se va cuando me necesita.
Yo me amo demasiado
como para ser un paréntesis
en la vida de alguien más.
Si vas a quererme,
hazlo sin reservas,
sin domingos vacíos ni besos con prisa.
Hazlo con todo el cuerpo,
con toda la herida,
con toda la eternidad que te quede.
Porque yo no sé querer a pedazos,
y no acepto menos
de lo que soy capaz de dar.
Explicación del poema:
“No Me Nombres a Medias” es una declaración poderosa de amor propio y autenticidad emocional. Habla desde la voz de alguien que ha aprendido a valorarse profundamente y que ya no acepta amores tibios ni afectos intermitentes. El poema se sostiene sobre una melancolía digna, una desolación que se ha transformado en fuerza y una esperanza vibrante por conexiones sinceras. Es una defensa de la entrega total y de la necesidad de reciprocidad emocional, que resuena universalmente con cualquier lector que haya experimentado el desequilibrio en el amor.
Prompt para la imagen acorde al poema:
Una figura solitaria de pie frente al mar al anochecer, con el viento moviendo su ropa y el cielo mezclando tonos de azul profundo y rojizo. La figura está erguida, fuerte, mirando hacia el horizonte con serenidad, mientras las olas se rompen suavemente a sus pies. A su alrededor, hay pequeñas luces flotando como luciérnagas, simbolizando su amor propio y resiliencia. La escena debe transmitir dignidad, fuerza interior y una melancolía hermosa y serena.