
No fue el azar quien te trajo a mi vida,
fue el temblor en la voz al decir tu nombre
cuando aún eras promesa
y cada gesto tuyo era un milagro.
Recuerdo tus risas como un fuego lento,
las primeras miradas,
ese universo nuevo
que nació solo por encontrarnos.
Pero el tiempo —ese ladrón con manos suaves—
vino a instalarse entre los días,
a disfrazar lo extraordinario de rutina,
a pintar de gris
lo que una vez fue fuego.
Y sin querer,
dejé de verte con los ojos del principio,
esos que celebraban hasta tus silencios,
que sabían encontrar belleza
en la forma en que cerrabas los ojos al reír.
Hoy escribo para recordar,
para reconstruirte en mis pensamientos
como cuando eras un sueño
recién alcanzado.
Porque aún estás aquí,
aunque mis manos hayan olvidado
cómo sostenerte sin soltar.
No quiero que el amor
se marchite por falta de agua
en un jardín que aún florece.
Déjame volver a empezar,
volver a mirarte como se mira el sol
después de días de lluvia.
Déjame rescatar
cada «te amo» que no dije,
cada flor que no entregué,
cada beso que se quedó dormido
en la orilla de mi indiferencia.
Porque amar no es encontrar,
es elegir una y otra vez,
y yo te elijo…
como si fuera la primera vez.
Explicación del poema:
“La Costumbre No Sabe Amar” es una reflexión íntima y profunda sobre el paso del tiempo en una relación amorosa. Explora cómo la rutina puede desgastar el vínculo si no se cuida con intención y ternura. El hablante poético revive la emoción del comienzo, reconoce el descuido involuntario, y expresa un deseo genuino de reconectar desde la memoria y el amor presente. El poema habla de redescubrir a la persona amada, de no dar por sentado lo valioso, y de luchar contra la apatía para mantener vivo lo que una vez fue fuego.
Prompt para la imagen acorde al poema:
Una pareja sentada en un banco de parque durante el atardecer, ligeramente separados pero con las manos apenas rozándose, como si intentaran volver a encontrarse. El entorno tiene un aire nostálgico, con hojas caídas, una flor olvidada entre ellos y una luz dorada que ilumina los rostros con suavidad. En el fondo, árboles con ramas entrelazadas simbolizan una historia compartida. La imagen debe transmitir melancolía, amor dormido y una esperanza que aún respira.