Te imagino como un río sereno,
donde la corriente murmura secretos
que solo mi alma sabe descifrar.
Eres calma y tormenta,
un susurro que acaricia la melancolía
de estas manos que te buscan sin hallarte.
Hay en tus ojos, aún soñados,
un sol que amanece lento,
como si la felicidad temiera irrumpir
en el silencio frágil del alba.
Y en tu sonrisa, lo inasible:
un refugio, un vértigo,
la promesa de que la soledad
es solo un eco que desvanece contigo.
Pienso en tus gestos,
en cómo llenarán los vacíos
que los días dejan al pasar.
Serás sorpresa y certeza,
un suspiro en medio del caos,
la risa que florece incluso
cuando la tristeza descansa en mis hombros.
No sé si ya existes
o si eres un espejismo
tejido por el anhelo,
pero aquí estoy, esperándote,
con los brazos abiertos a tu misterio,
con el corazón listo para aprender
el idioma infinito de tu amor.