
Te nombro en el alba,
y el aire se llena de signos sagrados,
como si mi voz tejiera senderos invisibles
hacia el templo de tu piel.
Eres el latido que trastorna la brisa,
la llama que danza en mi pecho dormido,
el eco de un sueño que no se disuelve
aunque despierte mil veces.
Si el mundo se hiciera ceniza y naufragio,
si la sombra devorara mis días,
serías el soplo que alza la ruina,
el pulso secreto que mueve la luz.
En el pliegue de tus labios
se esconde la fiebre y el bálsamo,
y en el roce de tus dedos
la brújula de mi extravío.
No hay guerra que no reconozcas,
ni abismo que no hayas cruzado,
pero aún así, sigues siendo
el milagro intacto, la casa del alma.
Y aunque el tiempo nos doblegue,
aunque el polvo reclame su herencia,
seguiré nombrándote en cada amanecer,
como quien repite su oración más honda.
«Amanecer en tu Nombre» evoca una sensación de intensidad y devoción absoluta. Al leerlo, se experimenta una mezcla de asombro y vulnerabilidad, como si el amor fuera una fuerza mística capaz de reconstruir lo perdido. La melancolía se entrelaza con una esperanza vibrante, transmitiendo la idea de que, incluso en la fragilidad, hay algo eterno e indestructible. El lenguaje evocador y las imágenes poéticas crean una atmósfera íntima y trascendental, donde el amor se convierte en refugio, destino y redención.